viernes, 23 de noviembre de 2012

Sallander leyendo a Murakami

Hay años significativos, y este 2012 es uno de ellos. Hace tiempo que no leía como lo he hecho hasta ahora. Un acontecimiento me sacó del constante movimiento a la quietud forzosa que viene de la discapacidad transitoria. Una caída en bicicleta me dejó en estado off un buen rato. Tiempo oportuno para que mis viejos amigos, los libros, retomaran el sitio que tenían antes, mi velador, mi almohada, en fin....mis espacios más íntimos.

Comencé la recuperación postoperatoria con la lectura de Kafka en la orilla de Haruki Murakami. Desde que escuché a mi amiga Claudia hablar sobre este libro el año pasado, quise tenerlo. No había leído un libro que me encantara tanto como este. Esa es la palabra, me sedujo y me sentí inmersa en ese mundo, pocas veces real y la mayor parte del tiempo fantástico.

Me instalaba por las tardes con el tibio sol de otoño a leer en mi balcón. Una de las historias del libro hablaba sobre un hombre que tenía la capacidad de hablar con los gatos, y se encargaba de buscarlos cuando sus dueños los daban por perdidos. El podía hacerlo, para el resto era un retrasado mental, pero funcionaba en otra dimensión. Bueno, el asunto es que mientras yo leía, venían los gatos al balcón también. Fue entonces que conocí a Rubio, el gato color amarillo, tranquilo, dulce, que venía a ronronear a mi lado. Se sumaba mi gata Chispa, y también otro gato claro, más color miel. Así que la lectura se hacía mágica también teniendo a estos compañeros de balcón. Cuando enfriaba afuera, la lectura continuaba al interior, directo a la cama, con la pierna en alto, intentando evadir el dolor, y en compañía de mi gata. Pasaban los días, y yo devoraba este libro. Cuando acabé la lectura, sentí tristeza, yo no quería dejar ese mundo, quería continuar ahí, viendo que pasaba con el joven, con el hombre que hablaba con los gatos, con las conexiones entre presente y pasado. Me demoré todo lo que pude en las últimas 20 páginas. Y cuando terminé, no quise volver a leer un libro que no fuese del mismo estilo.

Bueno, eso me duró un tiempo.....la rehabilitación continuaba, y la necesidad de leer se hacía urgente, más todavía cuando el invierno se había instalado con todo su frío encierro. Así que, cogí Millenium. Me costó un tanto iniciar la lectura, mis ojos querían quedarse con Murakami. A los días, la vida de Sallander me comenzó a cautivar, no era obviamente el mismo estilo, para nada. De la poesía en sus letras me pasaba al mundo real, más parecido a los reportajes impactantes, pero con estilo narrativo de suspenso.




 Recuerdo que una tarde, dejé el volumen que estaba leyendo de Millenium, y Rubio, el gato amigo del edificio, se acercó a curiosear al balcón. Interesante acercamiento que capturé con mi cámara.

Seguro que a Sallander le gustaría leer Kafka en la orilla.